lunes, 26 de octubre de 2015

Como si fuera ayer

El sábado por la tarde compré unos patines, esa misma tarde los estrené y al rato me caí en una bajada. Me raspé las rodillas y la muñeca izquierda, el pantalón sobrevivió -aunque no ileso.

Un primo con quien fui a patinar
La tarde siguiente se repitió la hazaña. Bajé por un camino que creí dominado, mis pies bailaron y cedí ante su rebeldía. Cual bateador que se precipita a segunda base embarré mi cadera trasera -entre el hueso de la cadera y la nalga- sobre el asfalto y la raspadura de mi muñeca incrementó.

Hoy por la tarde hubo reta de básquet y a jugar. No estoy seguro de que mis amigos lo sepan, y si lo saben no les importa, pero no es un deporte de contacto. Ésta vez terminé con un raspón en la rodilla, de esos que, cuando permaneces inmóvil durante unas horas, crean una costra que se quiebra al flexionar la pierna, y que si, para antes de dormir, no ha salido la costra, se le pega la sábana.

Como si hubiera sido de esas tardes de mi infancia en las que solía salir a correr y caerme... como uno de esos días me divertí.

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