-Señorita, un vaso
con agua por favor – asintió y dio media vuelta. Miré el reloj,
se hacía tarde. Recordé que tenía sed. Me levanté y caminé a la
cocina, tomé un vaso. Estaba ella parada junto a mi, emanando
lágrimas.
-¿Cómo lo pudiste
olvidar? - reclamó con la mirada rota en tristeza. Palidecí, abrí
los ojos como dos grandes platos, mi boca se secó.
-Perdona, no se lo
que...
-Aquí está su agua
-me acercó un vaso lleno.
-Alejandra por
favor: perdóname. No quise – dio media vuelta -¡Alejandra! - la
desesperación desgarró mi espíritu.
-¿Se encuentra
bien? ¿Necesita algo? - estaba atónito. Durante meses habíamos lo
habíamos planeado y yo lo había estropeado ¿qué habría sido más
importante para dejarlo todo de lado?
-Necesito hablar con
ella -giré la cabeza hacia la señorita, me temblaba la mandíbula.
-¿con quién?
-Con Alejandra
-¿Con quién?
No lo podía creer.
-Con Alejandra, por
favor
Dejé el vaso sobre
la mesa, lo sentía pesado. Me detuve y bajé la cabeza. Miré por la
puerta.
Ella cruzó y la
puerta selló su salida.
-Aquí está su
agua.
-Tengo sed.
-Aquí está su
agua.
-¡Con Alejandra
maldita sea!
Me sentí cansado.
Quería levantarme, mi boca estaba seca ¡Ah! Cómo me duele el
cuerpo. Espero que no olvide mi vaso.
Abrí la puerta, la
busqué con la mirada, al encontrarme con su ausencia, miré hacia el
otro.
-¿Adónde vas?
-Debo hablar con
ella.
-¿Con quién?
El vaso se
encontraba vacío, lo dejé en el fregadero.
-Señorita ¿cuánto
más tardará con mi agua? Estoy sediento.
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