miércoles, 16 de septiembre de 2015

Recordando las vacaciones

Durante éstas vacaciones tuve una experiencia que me regresó al quinto grado -como suele decirse.
Una tarde llevé a mis hermanos menores a las albercas, y la mayor parte del tiempo jugamos y nadamos en la de 25m. Mi hermano me preguntó sobre ir a la plataforma de clavados, y después de una prueba para medir su valor decidí que ya estaba en edad de aventarse.

Recuerdo que él valientemente dijo que se aventaría desde la última (10m), yo reí y le dije "está bien peque".

Primero subimos al trampolín (menos de 1m de altura), mi hermano contempló la profundidad de la fosa desde la orilla de la tabla y volteó a verme. "tú primero" dijo cediendo ante los nervios entre risas. Reí y luego me aventé. Después de pensarlo un poco también se aventó. Le dije "ahora vamos a la plataforma".

Subimos por las escaleras y fue cuando me recordé, más joven que mi hermano, subiendo las mismas escaleras con el cuerpo mojado, enfriandome con el viento, temblando y pisando los escalones encharcados. Mi hermano temblaba y entre risas me dijo "hace frío afuera del agua jon". Nos paramos al borde, vimos la clase de natación en el chapoteadero, a mi hermana parada a un lado de la fosa esperando nuestro salto, y luego vimos hacia abajo. La confianza que tenía, en aquel momento, producida por el recuerdo de haberme aventado antes fue sustituída por el recuerdo del miedo que tuve la primera vez que me aventé.
El peque volteó a verme con una risota y los ojos empequeñecidos. "Órale vas" le dije valientemente. Dijo "bueno", volteó una vez mas hacia abajo, se mentalizó y luego me dijo "tú primero" -me reí. Ahí estuvimos varios minutos convenciendonos el uno al otro para ver quién se aventaba primero. Sus nervios fluyeron sin resistencia en mí. Recordé que no se trataba de pensarlo, sólo había que saltar. "Qué changos" me dije y me aventé. La caída fue igual a cuando estudiaba en la primaria, saltar, caer, un instante en el que no sientes el agua, y luego sumergirse. Salí y nadé a la orilla. Cuando volteé hacia mi hermano el ya estaba saltando.
Cayó con un brazo extendido, se le enrojeció. Nos reímos y nos volvimos a aventar.

Es uno de los mejores recuerdos que podré conservar, la tarde en que inspiré de valor a mi hermano para que se aventara de la plataforma de clavados. Supongo que así es como él me ve todo el tiempo.

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